"I hate to go to bed, I hate to get up and I hate to be alone"

viernes, 29 de julio de 2011

La nieve y todo lo demás

leí esta novela el último verano en Costa Esmeralda, entre el 31 de diciembre y el 1 de enero. es linda, cortita, redonda, del tipo de libros que subrayás y elegís para torturar a tu marido y a tus hijas leyéndoles fragmentos descontextualizados durante un viaje en auto.

en una parte, la pareja protagonista, los enamorados del título, están dentro de un taxi, yendo por las calles nevadas de Nueva York hasta el departamento de ella. es la previa de la previa: ya saben que van a coger (por primera vez) y tienen todas las cuadras que faltan para anticiparse (antevivir?) el momento con una mezcla de ansiedad, miedo y excitación.

"Entonces miró hacia afuera por la ventanilla y vio los copos de nieve que caían y giraban y las fachadas oscuras de los negocios, bien cerrados contra la noche, y dijo (era la única frase que yo también recordaba, había olvidado muchas cosas pero recordaba aquella frase trunca) ¿no es hermoso a veces?, y yo le pregunté qué era hermoso a veces, y ella dijo: la nieve y todo lo demás"
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jueves, 28 de julio de 2011

Cena para seis

hablando de TC, la primera vez que escuché sobre Tallulah fue a través de él. fue hace algunos años cuando leí Kate Mc Cloud, uno de los relatos de Plegarias.

en Kate Mc Kloud, P.B Jones (un narrador que se parece mucho a TC) recuerda una noche fatal en la que seis personas con sus facultades mentales alteradas se juntaron a compartir una cena en la casa de un editor neoyorkino. El anfitrión es Turner Boatwright, un personaje con muchísimo de George Davis, una de las primeras personas que confió en el talento de Capote (más tarde se terminaron odiando) y fundador de la mítica February House en Brooklyn Heights.

La velada es en homenaje a Montgomery Clift, en pleno esplendor actoral al momento del relato, y las otras tres invitadas son Dorothy Parker, Tallulah Bankhead y Estelle Winwood. El mismo Boatwright/Davis se ocupa de la comida (sopa senegalesa, estofado, ensalada, un surtido de quesos y soufflé de limón) y se sienta a esperar con P.B a los invitados, citados para las 7.30. Pasan los minutos, las horas, las ginebras y ninguno de los cuatro invitados aparece, el estofado se empieza a secar en la cocina y a las 9 el anfitrión estalla: "Dios mío, ¿no se dan cuenta de lo que he hecho? Yo no sé Estelle, pero las otras tres son todas unas borrachas. He invitado a cenar a tres alcohólicas. Una ya está mal. Pero tres no acudiran nunca".

Finalmente los invitados tocan el timbre, completamente borrachos, y más preocupados porque les hagan un refill continuo de bourbon que por probar ningún plato.

A cada uno P.B/Truman le asesta uno de sus dardos ponzoñosos:

De Dorothy Parker dice: "La Parker tenía el aspecto de las mujeres a las que cualquiera le cedería inmediatamente el asiento en el subte, una niña vulnerable engañosamente imposibilitada que se hubiese ido a dormir y se hubiese levantado cuarenta años más tarde con ojos hinchados, dentadura postiza y whisky en el aliento".

De Tallulah: "Tenía la cabeza demasiado grande para su cuerpo y los pies demasiado pequeños. En cualquier caso, su presencia era por demás fuerte para que una habitación la contuviera, necesitaba un auditorio".

De Winwood: "Era una criatura exótica, delgada como una serpiente tiesa, como una directora de escuela".

A Monty lo pinta como el borracho más lindo del mundo, incapaz, desaliñado e imposibilitado de controlar sus manos temblequeantes: "Clift dejó caer un cigarrillo en su recipiente de sopa senegalesa que estaba intacto, y se quedo inerte, mirando fijamente el vacío, como si estuviera representando un soldado con neurosis de guerra" (esta imagen me resulta especialmente divertida).

El relato de esta cena ocupa unas cuatro páginas de Kate Mc Kloud, el momento más alto es un diálogo incoherente entre Parker y Tallulah sobre Monty que no les voy a contar por si quieren leerlo.

Algún tiempo después -no me acuerdo donde, tal vez la biografía de Gerald Clarke- leí a TC hablando de Tallulah otra vez. Contaba acerca una fiesta en California en la que cuando llegó el momento de meterse en la pileta, la actriz se apareció desnuda de pies a cabeza, solo adornada con su collar de perlas -"en un actitud muy tallulah", según Truman- y ante la sorpresa del resto de los invitados dijo algo así como "para que vean que soy toda rubia natural".

miércoles, 27 de julio de 2011

textual

El otro día uno de mis editores favoritos me dijo: "Al final sos como mi hija. La reto, pero termina haciendo lo que quiere".

martes, 26 de julio de 2011

II

a veces tengo jet lag sin subirme a ningún avión.

me pasa cuando estoy muchos días sin salir de la ciudad y voy a un lugar donde hay verde y arboles y plantas. al principio todo me parece raro, desfasado, un poco artificial. piso el pasto como pisaría la luna. tiene que pasar un tiempo hasta que el sauce se convierta en algo real tan como una autopista y el ombú deje de resultarme amenazante.

podría estar hecha (yo) de hormigón también.

lunes, 25 de julio de 2011

I

con los años empecé a tener empatía con el color marrón.

el marrón es el color de la madera, de la tierra, de las películas de los ´80 de woody allen. de las almendras. todas cosas que me gustan.

del café con leche. de mi tapado peludo favorito. de la piel después de muchos días sol. de los cachorros labradores de publicidad.

también empecé a apreciar el gris. un color muy subestimado, ninguneado.

el gris también me gusta.

martes, 19 de julio de 2011

Monstruos perfectos

hoy preguntaban en tw por tu comienzo favorito de la literatura. para mí uno de los mejores es el de Monstruos Perfectos, uno de los capítulos de Plegarias Atendidas que me parece -lejos- lo más cerca qe estuvo TC de la perfección. Ahí va.

"En algún rincón de este mundo vive un filósofo excepcional, una chica que se llama Florie Rotondo.
El otro día, en una revista que recopila redacciones de colegiales, di con una de sus reflexiones. Decía así: Si pudiese hacer lo que quisiera, me iría al centro de la Tierra, nuestro planeta, y buscaría uranio, rubíes y oro. Intentaría encontrar Monstruos Perfectos. Después me iría a vivir al campo. Florie Rotondo, 8 años.

Florie, cariño, sé muy bien a qué te refieres, aunque tu misma no lo sepas: ¿cómo podrías saberlo, con sólo ocho años?"

Frío

el otro día leí algo sobre el frío que me gustó. una partecita de las palmeras salvajes, traducido por borges, que es lo que estoy leyendo por estos días.


Eligieron una casa, no al azar, ni porque era la más grande, no lo era, ni siquiera porque tenía un termómetro (marcaba 14 grados bajo cero) al lado de la puerta, sino sencillamente porque era la primera casa que encontraron y porque habían intimado con el frío, profunda e inextricablemente por primera vez en la vida, un frío que dejaba una marca indeleble e inolvidable en algún rincón del espíritu como la primera experiencia sexual o la experiencia de matar a un hombre.

sábado, 2 de julio de 2011

Otra vez

Este vendría a ser mi sexto blog

El primero fue El boulevard brillante, lo abrí el 22 de junio de 2003 y duró sólo un año, hasta el 2 de julio de 2004. Fueron 126 posts de lo más burdos y lastimosos, “confesiones” que hoy haría en tw, una necesidad por contarlo todo hasta el color de bombacha que tenía puesto, si tiraba los fósforos usados o los guardaba de nuevo en la caja y pavadas del estilo. Tenía la foto de una chica y un gato saltando que me encantaba y nunca más volví a encontrar. Fue uno de mis momentos más productivos, no trabajaba. Iba unas horas a la facultad y el resto del día me dedicaba a aburrirme y a mal criar a mi primera hija. Al final del blog conseguí un trabajo en la universidad y no tuve tanto tiempo para boludear.
En esa época leía a Lola, a Dieguez, a un pibe que vivía en Canadá. Uno de los blogs más populares se llamaba “El pelotero del Toro”. Seguía con locura www.weblogs.com.ar. Tengo un muy buen recuerdo de esa época, era divertido.

El segundo fue Bailando descalza. Mucha gente piensa que éste en realidad fue mi primer blog. Breve, pero intenso. Sólo 41 entradas. Tenía la foto/dibujo de una negra bailando con una pollera de bananas y era todo amarillo. Lo empecé en julio de 2004 y terminó en octubre del 2005, pero agonizaba desde meses antes. Por esa época dejé el trabajo en la facultad, me fui dos meses de viaje sola a Ecuador (hay algunos posts sobre eso) a trabajar en un diario, empecé una maestría full time, quedé embarazada y tuve a Renata. Todo en poco más de un año.

El tercero finalmente es Chica Eléctrica, muere Jade y nace chica eléctrica. No me acuerdo cómo nació el nombre, sólo me sonaba bien. Este blog lo disfruté mucho. Ya me sentía un poco más segura de lo que escribía. Arrancó el 19 de septiembre de 2005 con el relato del parto de Renata y tuvo 93 posts (duró hasta noviembre de 2006). Creo que fue el blog más leído, era la explosión de los blogs, todo el mundo tenía uno, muchos comentarios, ponías cualquiera huevada y había interacción, había gente leyendo todo el tiempo. Mi post más comentado de la historia fue uno en que listaba las prendas que los hombres no podían usar. Mirá la boludez. Este blog está lleno de textos de menos de 140 cc.

El cuarto y más resistente fue Eléctrica 2. 403 posts entre abril de 2007 y ayer. Antes de empezarlo estuve cuatro meses sin blog, los primeros desde 2003.

Bueno, ahora sigo acá. No sé la verdad por qué. Un poco por inercia, otro por capricho. Está claro que todo esto está moribundo. A los comentarios –salvo que seas un blog popular, lleno de lectores derrotadísimos que se pelean por cantar pri- los mató el reader. Así que no voy a tener comentarios. Elegí el diseño más feo que encontré, nada tiene que ver conmigo el salmón ni los pajaritos, y fue medio a propósito. Sólo quiero concentrarme en escribir. Idealmente todos los días, como México me mata.

El porqué del Tallulah lo explicaré más adelante. Igual sigo siendo Chica Eléctrica (o Jade para las bloxxamigas).

PS: Ah! el quinto blog por si se lo están preguntando es Rubia, un blog donde por un tiempo puse citas y textos que me gustaban. Y que podría resucitar.

viernes, 1 de julio de 2011

the blue swan

renata no es rosa ni blanca ni negra: es de azul eléctrico brillante, con malla metalizada y tutú multicapas al tono. así va a su clase de baby ballet, envuelta en un tapado con peluche y con las zapatillas de danza puestas desde casa porque no hay mucho que caminar: estamos exactamente a 10 pasos de la escuela.
tiene asistencia perfecta, pero hasta hoy sospechamos de que sólo va por los dos caramelos que la profesora le da como premio al final de la clase.
no tiene buena elongación ni paciencia para el pre-calentamiento, prefiere los grand jeté, el "paieburé" y los giros en general.
a veces me divierte quedarme a ver la clase un rato. las madres las vestimos impecables, pero ellas van en contra de eso de manera natural y graciosa: se sacan los mocos, bostezan, se rascan los piojos y deshacen los rodetes. se cuelgan de la barra como monos o se desconcentran mirnado la clase de abajo, la clase de los grandes.
Si bailamos mal en el teatro nos van a tirar tomates, me dice Renata. ¡Podridos!

Memorias de la nieve

casi todos los agostos mi papá nos llevaba a esquiar. la mayoría de las veces a bariloche, pero también a chapelco y a mis hermanos a esquel y las leñas. era la semana que mi mamá se tomaba para descansar y la única en la que él ejercía la paternidad las 24 horas. la semana en la que nos cocinaba, nos tenía que comprar ropa, cuidar, escuchar pelear y pedir.

a veces no ibamos los 5, era medio aleatorio. una vez fui solo con mi hermana, otra con mi hermano del medio. otras los cuatro sin mi hermana que ya era grande y no estaba para compartir auto con cuatro monos.

hasta último momento no sabíamos nunca si íbamos a salir. en algún momento lo conté, era un número que a mi papá le encantaba repetir antes de cada viaje. teníamos que estar todos en vilo -pobre mamá- con los bolsos y mochilas a medio armar a la espera de una definición, un gesto, un sí. y cuando la afirmación llegaba había que poder salir en media hora. el que no estaba listo, se quedaba. mi papá llegaba del Banco a la tarde, listo para hacerse un viaje de 18 horas sin dormir (esta particularidad paterna, la de no poder -no querer- pensar más allá del día de hoy, es algo que me toco heredar, es irritante para el projimo y en especial para mi marido, que lo padece cada vez que intenta programar algo conmigo).

bueno. el viaje era un tirón agotador, frenético, apenas matizado por la música que nos llevabamos: me acuedo de un vez en la que estabamos locos con Rem, cuando salió losing my religion. era la época en que se iba a más de 150 km -una vez puso la subaru a 200 en la ruta del desierto-. yo ya era miedosa y le tenía terror a la velocidad y a que se durmiera, así que me quedaba despierta toda la noche mientras pasabamos por lugares como chacharramendi, choele choel, guaminí. me sentaba siempre en el asiento de atrás, en diagonal a él, para poder mirar si cabeceaba, si bostezaba.

una vez que viajamos sólo mi papá, mi hermana y yo (tendría 8 años y mi hermana 15) llegamos a bariloche de madrugada. nuestro departamento estaba en el cerro catedral y había habido una nevada increible. mientras subíamos, el auto se quedó, faltarían tal vez unos 500 metros de ascenso. mi papá nos hizo ir a pedir ayuda, así que subimos solas, a las 3 de la mañana, en medio de ese olor a hielo y a frío, que te cachetea y es tan lindo y que hasta hoy me gusta. ah, para esa época ya había visto El resplandor así que el terror también era un factor importante en eso de sentirme tan viva esa noche, supongo.

otra noche, eramos todos ya más grandes, llegamos tarde, pero no tanto como para no cenar. mi papá después de manejar 1600 km estaba en un estado semi cataléptico, que le alcanzó apenas para darse una ducha caliente y caer sin reacción en una de las camas. nosotros -estabamos los 5-, después de horas de ayuno forzoso, teníamos hambre. muchísima. me acuerdo que nos fuimos a La Raclette, uno de los restaurantes del hotel y nos pedimos quesos, carnes, comimos bien y todo lo que queríamos y lo cargamos a su cuenta. creo que al otro día nos hubiera linchado, pero se contuvo.

porque esa era otras de las cosas que tenía. nos llevaba a esquiar todos los años, parábamos en uno de los mejores hoteles, se iba con sus esquís salomon pro (era el único que tenía), su linda campera, todo su equipo, y nosotros atrás de él ibamos en fila como una pequeña comitiva zaparrastrosa, los oliver twist del catedral. para empezar: no teníamos guantes (hoy le sacarían la tenencia), no sé, 5 grados bajo cero y nosotros esquiabamos sin guantes. nos calzaba unos enteritos de tirabolas, horrosos, 3 talles más grandes o 3 más chicos, con pitucones, las camperas igual de feas. además, como en la entrada al italpark o al interama, nos hacía decir que teníamos 8 si teníamos 10 para conseguir un pase más barato.

cuando tenía 14 o 15 años me planté -me lo recuerda hasta hoy- porque no soportaba más el disfraz que quería que me pusiera. estuve todo el día y la noche del viaje de ida pidiendole que por favor me comprara unas calzas que estaban de moda a mediados de los ´90, porfa pa, porfa porfa porfa. fue una de las pocas veces que pude ganarle: llegamos a Bariloche y elegí en un local del centro unas calzas abrigadas, fucsias, bien chillonas, que guardo en el cajón hasta hoy como símbolo de mi pequeño triunfo. supongo que verme con esas calzas faroleras le daba muchísima verguenza -o no, en realidad no sé- de cualquier manera se lo bancó.

durante esa semana salíamos algunas veces a comer, pero la mayoría de los días nos cocinaba. me acuerdo de una ensalada de fideos que hacía con atún, que es algo que mi mamá jamás preparaba, de huevos fritos que le salían perfectos con capa rosada, de fideos de nuevo: era el plato de la semana. no podíamos aspirar a ir a los refugios caros de la montaña o a los restaurantes de la base, estaba vedado para nosotros.

de cualqueir manera aprendimos a esquiar, y uno de mis hermanos, Nacho, de manera impecable. yo iba más a boludear que a otra cosa, a mirar famosos y a sentarme cada rato a tomar el sol. alguna vez de la semana seguro que me largaba a llorar, en medio de un gran acting, del tipo papá porqué me trajiste a esta pista negra, no es para mí, hay bumps, hay hielo, no es para mí. Hace cuña Cecilia! Hace cuña!, me gritaba. y si se cansaba se iba a la mierda y me dejaba tirada. De alguna manera terminaba bajando.

Nos divertíamos bastante.